COMO ATRAPAR EL ÁNGEL - MARIO VARGAS LLOSA (1996)

Nació en Arequipa, en marzo de 1936. ¡Quién como él! “Qué te importa el tiempo, para qué sirve eso”, le dice Aquilino a Fushia en “La Casa Verde”.

¿Qué hacía yo en 1936? Escribía sobre la guerra civil española en El Comercio. Y él, ¿me permite que le diga Mario?, y usted, Mario, apenas si era un churre de unos cuantos meses de nacido. Llegaba a Lima, poco después, nada menos que Walt Disney, y, para una entrevista que publicó La Prensa, él mismo me dibujó un Mickey Mouse agotado, aureolado por inmensas gotas de sudor. Y usted. Mario, entretanto, daba sus primeros pasos, y pronunciaba sus primeras palabras cuando Orson Welles, ese genial troglodita, se trenzó conmigo en el Bar del Bolívar en un match a finish de pisco sours en el que, a la sastre, los dos resultamos K.O. Y usted, Mario, humedecía todavía pañales cuando ya Raúl Porras, años antes, nos había enseñado lo que usted tan bien ahora ha aprendido y practica: que la historia es la novela de lo que ha sido, y la novela, la historia de lo que pudo ser.
Nacía en Arequipa, en 1936, Mario Vargas Llosa, —hijo de Ernesto Vargas, limeño, de Dora Llosa Ureta, arequipeña— y eso me lo iba a decir, ya ya, cuando ingresara, cuando entré a su casa, en la casa de mis suegros, como me dijo por teléfono para nuestroencuentro. Para la entrevista.
Un 490 dorado en la puerta y he tocado el timbre. Llueve. Y otra vez se me viene a la memoria, brota, la fresca lectura de “La Casa Verde”:
“en el aire del lento diluvio de la arena y, a la izquierda, Piura, muchos luceros en la sombra, las formas blancas de Castilla, el río, el Viejo Puente como un gran lagarto entre las dos orillas”.
Llueve Lento diluvio de garúa. Hace frío. ¿Masato? ¿Cerveza?¿Cañaro? ¿Chicha? ¿Pisco?. No. Me ofrecerá whisky. Porque lo llamé por teléfono y me dijo, días antes de su partida a Londres: Déjeme ver mi libreta… Si. el viernes: está bien. ¿A las seis y media? Si: está bien.
Y ahora ha salido a abrirme la puerta la sirvienta. por parte dequien, y me dice que si, que pase, y la casa es grande y elegante,en Casimiro Ulloa 490, en San Antonio, me costó trabajo dar con ella. Miro el reloj y me digo, como él en sus novelas: ¡Miéchica, ya son las siete y treinta! Y al través de los amplios ventanales, al cruzar por el jardín, lo veo, a él y a una figura femenina, y en brazos de él, un envoltorio blanco. Y lo está meciendo, y sonríe. Y hasta sus cejas sonríen y es Alvaro el motivo, Alvaro de cuatro meses, su primer niño, lo que él tiene en sus brazos. veo, más allá de las cortinas de nylon, que la sirvienta algo le dice, y él que le entrega a Patricia, su esposa, el envoltorio blanco.
LA LUCHA CONTRA EL ANGEL
Y yo lo creía de más baja estatura, y no: tiene casi un metroochenta. ¿No nos veíamos en los ascensores. en Belén, hace años, en Radio Panamericana? ¿En los pasillos? ¿En las escaleras? Delgado, de mirada temerosa, muy callado? Dígame, ¿usted trabajaba en, “Usted es ese Recuerdo?” Sí, yo: Jefe de Informaciones, en 1957, de Radio Panamericana. Trabajaba con Pascual Lucen. ¿Lo conoce? Sí. Chiquito. una ardilla, vivísimo: campeón del periodismo telefónico. Pero usted ha crecido desde entonces; ¿Le parece? Claro: más alto. más robusto. “Los Jefes”, “La Ciudad y los Perros”, “La Casa Verde”. Todo un pedestal. Usted ha crecido. Sólo “La Casa Verde” es un volumen de 430 páginas con casi 4 centímetros de grueso.
Cejas y ex-bigotes espesos. Chompa oscura, gris, casi negra. Y, en efecto, llega su suegro, q es también su tío… ¡Hola, como va!… llega Luis Llosa Ureta con vasos y con whisky, en un frasco de cristal, y yo, valientemente, digo que no, que no quiero beber, que hace tres semanas he asesinado al alcohol. Y él que tampoco le gusta. Uno, dos tragos, a veces, y basta. Y que es un antibohemio, que la vida de café es una gran impostura, que eso mutila y estraga, pero, eso si, que él no es ningún puritano. Disciplinado, más bien. Lo contrario de su personaje Lituma, lo contrario:
. . .“y la boca de Lituma, llena de espuma, se torcía, su mano buscaba el mostrador para dejar el vaso, sus ojillos no se apartaban de la Selvática, su otra mano había comenzado a alisar sus cabellos, a asentarlos, presurosa y mecánicamente. De pronto encontró el mostrador, su mano libre alejó al Mono y todo su cuerpo se adelantó pero sólo dio un paso y quedó tambaleando como un trompo sin fuerzas, en el sitio, los ojiilos atolondrados, los León lo sujetaron cuando ya caía”.
¿Disciplinado? Desde cuando. Porque. según tengo entendido, alColegio S. Miguel de Piura siempre llegaba tarde, y eso en elquinto año de Media, después de haber cursado el tercero y el cuarto en el Colegio Militar Leoncio Prado. Pero él insiste en la disciplina y en que eso de ganarse le vida en los cafés viene de la época romántica. Que los poetas si pueden permitirse eso: vivir a salto de mata; pero en la novela. no. Hasta Baudelaire, que era undisipado. asumía para el trabajo disciplina. La novela es vocación, voluntad, terquedad. Lucha contra el ángel. Hay que atrapar al ángel.
Y él, Mario Vargas Llosa, lo ha atrapado ya tres veces.
EL PARAISO PERDIDO
Y ese mismo año de 1936, su madre y sus abuelos se lo llevaron a Cochabamba y Mario Vargas Llosa nada nos cuenta de Bolivia. Pues cuando habla, como cuando escribe, hace malabares con el tiempo y el espacio, y yo, advirtiendo estos tremendos saltos, le pregunto si “Contrapunto” de Aldous Huxley ha influido en él, y él, que no, que Huxley no le gusta, que más bien admira a William Faulkner.
Bueno: ¿y después de Bolivia? Después de lo de Bolivia, Bustamante asume el poder, y su abuelo, Pedro Llosa Bustamante, es nombrado prefecto en Piura. Y en Piura, Mario encontró el paraíso de la infancia. Eso de las cigüeñas, ¿me entiende usted?
—Al otro lado del río, había una casa pintada de verde. Más allá del Puente Viejo. Es un recuerdo mítico.
A un lado, la infancia. Al otro lado, la adolescencia. Y Mario Vargas Llosa, con varios compañeros del colegio Salesiano, cruzó el puente. Y vieron la Casa Verde: un prostíbulo.
  “Era como si el aire se hubiera envenenado –decían las viejas del Malecón–. La música entraba por todas partes, aunque cerráramos puertas y ventanas y la oíamos mientras comíamos, mientras rezábamos y mientras dormíamos.
  “—Y había que ver las caras de los hombres al oírla —decían las beatas ahogadas en velos— Y había que ver cómo los arrancaba del hogar, y los sacaba a la calle y los empujaba hacia el Viejo Puente. 
  “—Y de nada servía rezar —decían las madres, las esposas, las novias—, de nada nuestros llantos, nuestras súplicas, ni los sermones de los Padres, ni las novenas, ni siquiera los trisagios.
  “—Tenemos el infierno a las puertas —tronaba el Padre García—, cualquiera lo vería, pero ustedes están ciegos. Piura es Sodoma y Gomorra .
  “—Quizás sea verdad que la Casa Verde trajo la mala suerte –decían los viejos, relamiéndose– Pero como se disfrutaba en la maldita”.
LAS DOS HUIDAS
—En el primer año de Media me aplazaron en Música. Yo tenía mala voz. Me dijeron, en el examen, que cantara la primera estrofa del Himno Nacional, y la canté. La canté muy fuerte. El jurado creyó que me burlaba.
Dijo muy fuerte ¡Somos libres! y los examinadores no le creyeron y lo aplazaron.
Pero ese mismo año, a los 11 escribe “La Huida”, una pieza teatral, una leyenda incaica fabulada. Es el comienzo de una formidable, espléndida vocación literaria. Se inicia la ruptura con la realidad. Lentamente irá borrándose la neta frontera que existe entre la realidad y la ficción.
El año 1952 fue para mí un año maravilloso. Estudiaba el 5° año de media en el colegio San Miguel y trabajaba en el diario La Industria. Escribía en la sección policial, y recuerdo que hacía largos, largos recorridos por la ciudad, pero también escribía cuentos y proyectos de novela. Y ese año, en el teatro Variedades, en Piura, se estreno “La Huida”.
De “La Huida”, ahora, no queda rastros. Ni rastros de esa huida, pero sí de la otra, de la que ha emprendido tan asombrosamente. De su ruptura con el mundo. De su total entrega a la Literatura.
DIVORCIO Y EXPERIENCIA
Es un divorcio del hombre frente al mundo. Porque ningún hombre contento con el mundo se dedica a la creación de otros mundos verbales, a crear falsas realidades. Y así se es creador porque uno se divorcia de la realidad. Es toda una ruptura con el mundo. Vocación literaria que es una rebeldía interior.
Y esto me lo dice en julio de 1966, pero ¿ya él era así cuando ingresó, o lo hicieron ingresar al Colegio Militar Leoncio Prado, en el que cursa su tercero y su cuarto de media? ¿O porque su padre, que representaba en el Perú a Intenational News Service y que era un hombre muy enérgico, así lo decidió?
Y entonces le pregunto si él es antimilitarista, y él me replica que sí, en cierto sentido, sin decirme el cuál.
—¿Y políticamente?
—¿Yo? Socialista, aunque con reservas doctrinarias frente al marxismo. No soy militante. Soy un francotirador político. ¿Por qué? Porque en mi caso, me limitaría como escritor. Pertenecer a un partido me perjudicaría. Tengo, además, el derecho a discrepar y la literatura es una cosa muy seria que exige dedicación total. Sin embargo, en la universidad fui delegado al Centro Federado y, como simpatizante, estuve un año en la fracción comunista.
“La Ciudad y los Perros” brota de una experiencia de Mario Vargas Llosa en el Colegio Militar Leoncio Prado. Son terribles, en realidad, las cosas que dice sobre la enseñanza, sobre la disciplina, sobre la vida y el comportamiento de los cadetes en ese centro de enseñanza militar. Corrupción sexual, tráfico de alcohol, timba, robo de cuestionarios de exámenes y hasta la muerte de un cadete, Ricardo Arana, el Esclavo, durante unas maniobras.
Simbiosis de una realidad y de ficción, así como “La Casa Verde”, el mito y la autenticidad histórica que estremezcan y confunden deliberadamente, en la “La Ciudad y los Perros” lo mismo acontece.
LAS DOS HUIDAS
—En el primer año de Media me aplazaron en Música. Yo tenía mala voz. Me dijeron, en el examen, que cantara la primera estrofa del Himno Nacional, y la canté. La canté muy fuerte. El jurado creyó que me burlaba.
Dijo muy fuerte ¡Somos libres! y los examinadores no le creyeron y lo aplazaron.
Pero ese mismo año, a los 11 escribe “La Huida”, una pieza teatral, una leyenda incaica fabulada. Es el comienzo de una formidable, espléndida vocación literaria. Se inicia la ruptura con la realidad. Lentamente irá borrándose la neta frontera que existe entre la realidad y la ficción.
El año 1952 fue para mí un año maravilloso. Estudiaba el 5° año de media en el colegio San Miguel y trabajaba en el diario La Industria. Escribía en la sección policial, y recuerdo que hacía largos, largos recorridos por la ciudad, pero también escribía cuentos y proyectos de novela. Y ese año, en el teatro Variedades, en Piura, se estreno “La Huida”.
De “La Huida”, ahora, no queda rastros. Ni rastros de esa huida, pero sí de la otra, de la que ha emprendido tan asombrosamente. De su ruptura con el mundo. De su total entrega a la Literatura.
DIVORCIO Y EXPERIENCIA
Es un divorcio del hombre frente al mundo. Porque ningún hombre contento con el mundo se dedica a la creación de otros mundos verbales, a crear falsas realidades. Y así se es creador porque uno se divorcia de la realidad. Es toda una ruptura con el mundo. Vocación literaria que es una rebeldía interior.
Y esto me lo dice en julio de 1966, pero ¿ya él era así cuando ingresó, o lo hicieron ingresar al Colegio Militar Leoncio Prado, en el que cursa su tercero y su cuarto de media? ¿O porque su padre, que representaba en el Perú a Intenational News Service y que era un hombre muy enérgico, así lo decidió?
Y entonces le pregunto si él es antimilitarista, y él me replica que sí, en cierto sentido, sin decirme el cuál.
—¿Y políticamente?
—¿Yo? Socialista, aunque con reservas doctrinarias frente al marxismo. No soy militante. Soy un francotirador político. ¿Por qué? Porque en mi caso, me limitaría como escritor. Pertenecer a un partido me perjudicaría. Tengo, además, el derecho a discrepar y la literatura es una cosa muy seria que exige dedicación total. Sin embargo, en la universidad fui delegado al Centro Federado y, como simpatizante, estuve un año en la fracción comunista.
“La Ciudad y los Perros” brota de una experiencia de Mario Vargas Llosa en el Colegio Militar Leoncio Prado. Son terribles, en realidad, las cosas que dice sobre la enseñanza, sobre la disciplina, sobre la vida y el comportamiento de los cadetes en ese centro de enseñanza militar. Corrupción sexual, tráfico de alcohol, timba, robo de cuestionarios de exámenes y hasta la muerte de un cadete, Ricardo Arana, el Esclavo, durante unas maniobras.
Simbiosis de una realidad y de ficción, así como “La Casa Verde”, el mito y la autenticidad histórica que estremezcan y confunden deliberadamente, en la “La Ciudad y los Perros” lo mismo acontece.
—En San Marcos, para mí, las novelas de caballería eran lo mejor, lo más importante. Y leí “Tirante el Blanco”, escrita por Joanot Martorell, en el siglo XV, y me propuse realizar algo equivalente. La Edad Media en todos sus niveles. Los catalanes invadiendo Grecia en el siglo XIII. El plano militar y el histórico. El nivel doméstico y el nivel mítico. El Hada Morgana, brujos, trasgos y Merlines. El nivel costumbrista y el nivel sexual. Toda la violencia y la ferocidad de la Edad Media. La Princesa Placer de mi Vida. Una novela total. Eso me propuse. Como “La Guerra y la Paz”, de Tolstoi. ¡Una tentativa de atrapar toda la realidad! ¡La realidad del mundo y la realidad ilusoria y verbal!
Pero la beca, en Madrid, se le termina a Vargas Llosa, y entonces le escribe a Raúl Porras. Él quiere otra, en París: un año en el Colegio de Francia y regresar al Perú, a enseñar. Y Porras le responde y le dice que sí, que ya esta todo arreglado, que ha conversado con el Embajador francés y que no se preocupe y que espere.
Entretanto la “Revue Francaise” convoca un concurso literario. Premio: viaje y estada en París durante 15 días. Y Mario Vargas Llosa se presenta con su cuento “El Desafío” y lo gana. Entonces, a París. Por las tardes, continúa escribiendo la primera versión de “La Ciudad y los Perros”, y cuando, en setiembre de 1959, se presenta al “Comité de Recepción de Becas”, le dicen que no está en la lista de los becarios.
Frente a su lujosa habitación en el Hotel Napoleón, está nada menos que Miss Francia. No más teatro, no más sesiones en las cinematecas. No está en la lista de los becarios. ¡Adiós Colegio de Francia! Tiene sólo 50 dólares en el bolsillo. ¿Extraordinaria distracción de Porras? ¿Creyó que la palabra del Embajador bastaba? La cuestión es que Mario Vargas Liosa tiene que trasladarse a la buhardilla del hotel.
PARIS, 1959: ¡VIVA NAPOLEON!
En su buhardilla del Hotel Napoleón, Mario Vargas Llosa medita. ¿Qué hacer? En la “Alliance Francaise” había estudiado francés durante cuatro años. Y se le ocurre, no sabe por qué, ir a los Bancos y ofrecerse como traductor.

—Est-ce que vous avez besoin d’ un intérprete?
Non. pas du tout. Nous n’avons pas besoin.
No, de ninguna manera. No tienen necesidad de traductor. En mayo de 1840, un joven bachiller llegado de Ruan a París, está tendido en su lecho. En las calles de París, el pueblo grita ¡Viva Napoleón Bonaparte!… y está sonando la Marsellesa. Gustavo Flaubert no sabe de qué se trata y sale a Montparnasse. Un amigo le dice: se trata de hacer la guerra a la aborrecida Prusia. Flaubert ni lo imaginaba siquiera.
Mario Vargas Liosa, en noviembre de 1959 también está caminando por Montparnasse, y un amigo se le acerca y le dice que por qué no intenta ingresar a la escuela Berlitz para enseñar español. El tampoco lo imaginaba siquiera. Ha gastado su último dólar y, sin embargo, no lo han arrojado del Hotel Napoleón. Que siga nomás. Pagará después. Cuando consiga trabajo. Entonces se presenta a la Escuela Berlitz, aprende a pronunciar la z y la c y el método en 15 días y, en competencia con 14 españoles, gana el concurso. Regresa al hotel triunfante, y él también grita ¡Viva Napoleón!
—Eso era como un campo de concentración. Uno no sabía a qué horas tenía que enseñar. EI día anterior sólo nos anunciaban la primera hora de enseñanza: de 9 a 10. Era para que no nos dedicáramos a otras cosas. Luego nos decían las horas restantes: de 12 a 1, de 3 a 4, de 6 a 7, Y a veces hasta me enviaban a la Academia Berlitz de Versalles. Eran 180 francos por hora y yo sólo podía escribir los domingos.
En 1960, Mario Vargas Llosa ingresa como colaborador a la Radío Televisión Francesa. Lleva seis años allí. Selecciona noticias, las traduce al español, las dice por radio y tiene a su cargo una mesa redonda literaria a la semana.
—Mi trabajo comienza a las 11 de la noche y termina a las 3 y media de la madrugada. Leo hasta las 6 y duermo hasta las 12. Por las tardes, escribo. Escribo unas 6 horas diarias y a veces, más. A veces hasta 10 horas al día.
¿Y París y sus encantos? ¿Y la vida nocturna? Nada. Los domingos, al teatro. Escasa vida social. Pocos amigos. París, para Mario Vargas Llosa, es como un gabinete de trabajo. “La Ciudad y los Perros la escribió en tres años un mes. En “La Casa Verde” invirtió cuatro años.
LA TIRANIA DE LA SOLITARIA
Escribir, escribir, escribir. En desacuerdo con el mundo. Soy un rebelde. Soy un inconforme. Escribir para mí es lo más exaltante. Infinita exaltación. Afuera, París. Y Vargas Llosa en París y al mismo tiempo en Santa María de Nieva, en la selva del Perú.
Afuera el Sena, y en el corazón, en las manos, en su amor a la Literatura, el Río Marañón. Se encierra. Se amuralla, se defiende. Va a la radio. Traduce. Lanza al aire latinoamericano las noticias de cada día, y regresa a su torre de hierro blindado, a escribir, a escribir, a escribir. Borradores gigantescos. Montañas de papeles. Son los magmas monstruosos, palpitantes, calientes, ígneos, de su producción literaria fabulosa.
El es como Marcel Proust: vive escribiendo. Vive para escribir. Es una esclavitud y un placer. Es una necesidad vital. Es como una sutil, imperiosa, inflexible, transparente fisiología.
—Tengo un amigo en París, un español, José María Gutiérrez. Sufre de solitaria. Tiene solitaria. Y un día me dijo: “Es tan exigente, tan reclamante, que a veces siento que yo le pertenezco”. Y así es la Literatura. Era como tener la solitaria. Vivir para esa solitaria. Ser dos al mismo tiempo. Ser casi un monstruo: ella, la solitaria, y nosotros. Y querer botar la solitaria y no querer curarse. ¡Toda una fuente de dolor y de placer!
Y él preferiría vivir aquí, en el Perú, y no puede. No es rentista. No quiere ser importante, ni abogado, ni poderoso. Escritor y nada más que escritor.
Y cuando el magma ya no puede crecer más, cuando ya no puede más, entonces este Flaubert peruano, comienza a pulir, a tallar, a desbrozar. Hace un claro en la selva, en la montaña de papeles, y antes de que la novela lo liquide a él, él liquida la novela. Y es, entonces, el “Premio Seix Barral” y el injusto segundo puesto en el “Premio Formentor”.

—¿Es usted antimilitarista?
—En cierto sentido.
Sí, sólo en cierto sentido, porque trabaja con disciplina militar, porque escribe y reescribe con ametralladora y con espada, porque destruye y combate contra sí mismo, contra su propia obra, como lo hacía Flaubert. Hace un año, comenzó a escribir su tercera novela. Ya el magma está llegando a las mil páginas. Está situada la obra entre 1948 y 1956. Tratará de la descripción de personajes y de medios políticos y de un personaje alegórico: el guardaespaldas.


LONDRES: 8 MIL DOLARES
—Soy escritor realista y prefiero el Perú. Pero, eso si, no estoy dispuesto a sacrificar la Literatura por el Perú. Por nada. Quiero salvar mi vocación y que nada me aparte de la Literatura. Sé que el exilio es peligroso, que se borra la perspectiva, que uno pierde contacto con el idioma vivo y de la calle, pero me voy. Me voy dentro de tres días. Se fue a Londres, con licencia sin sueldo de la Radio Televisión Francesa, y con 8 mil dólares que, a manera de anticipo por derechos de autor de “La Casa Verde”, le han enviado Harper, Barral y otras editoras.
Adiós, general de la novela. Adiós, general de la literatura en el Perú.
- Caretas - 

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